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¡Zas! Madrid | March 19, 2024

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Tere Susmozas publica su segundo libro de relatos, 'Estación intemperie' - ¡Zas! Madrid

Tere Susmozas publica su segundo libro de relatos, ‘Estación intemperie’
Emilia Lanzas

«En la construcción de los cuentos han tenido especial relevancia el elemento onírico y el inconsciente, pero siempre en paralelo a una emoción»

La escritora Tere Susmozas, autora de Estación intemperie.

Estación intemperie, de Tere Susmozas, acaba de publicarse en la editorial Torremozas

Tere Susmozas (Madrid, 1974) es autora de un anterior libro de relatos Terrestre océano. Su trabajo como cuentista ha sido galardonado en el XVII Premio Internacional de Relato Julio Cortázar (2014), entre otros, y recogido en diversas publicaciones, como la colección Ellas También Cuentan, en las revistas Quimera, Cuentos para el andén y Lectures d´Espagne y en los libros colectivos Relatos 03, La carne despierta, y Relatos de Mujeres 7, entre otros.

Pienso que en el primer cuento, «Ceremonia de la luz letal», se crea una atmósfera distópica que actúa como prólogo ambiente que se extiende al resto de relatos. También marca el estilo poético y pleno de imágenes que caracteriza Estación intemperie. ¿Fue esa tu intención?
Sí, lo fue. Además, es un relato que enlaza muy bien con una de las metáforas de Terrestre océano, mi libro anterior: la idea de concatenación de universos, un mundo cayendo dentro de otro mundo, una pequeña muerte para un posterior renacer. Por eso me parecía bien partir desde ahí. En este caso, el cuento sitúa a una sociedad entera asistiendo como espectadores a su propio final, presenciándolo sin miedo, sin aspavientos, contemplando el resplandor del estallido final con una pasividad casi de autómatas. Al mismo tiempo es un relato que introduce a la ciudad de Nox, en la que transcurren una serie de microcuentos, y que abre las compuertas a ese mundo de imágenes y ensoñaciones que el lector va a encontrar en el libro.

Lo onírico, con su parte reveladora; así como el hecho físico de dormir; la cama como lugar, a la vez, de perturbación y de refugio; la duermevela confusa y la vigilia amenazadora están presentes en la mayoría de los cuentos: ¿conforman el leitmotiv de Estación intemperie?
Sí, son cuentos que miran por el caleidoscopio del sueño, de lo íntimo, donde todo transcurre en una intuición viva. Sus personajes intentan de continuo conectar con esa zona sumergida y velada de ellos mismos que es intransitable para el sentido. Así, en algunos de los relatos, los protagonistas aparecen en la actitud del soñante, tumbados, en reposo o en esos instantes de duermevela que a todos nos asaltan algunos amaneceres, en los que el tiempo de la conciencia se suspende y nos permite experimentar un “despertar”, instantes fugaces de lucidez que nos traen intuiciones, presentimientos, o en los que se nos insinúan ciertas respuestas a nuestros propios enigmas. Como en los sueños, quién se acerque al libro, encontrará escenarios que son imágenes simultáneas de lo real, de lo anhelado y de lo imposible.

La ciudad de Nox, que hace referencia al poema de Víctor Hugo, se repite en varios cuentos: ¿constituye un espacio mítico?
Nox en latín significa noche, oscuridad. Víctor Hugo hace referencia en uno de sus poemas a los náufragos que quedan para siempre a merced de las aguas oscuras de un océano ciego. En mi caso, tomando el nombre de Nox, hablo de una ciudad onírica que recoge la estela de las Ciudades invisibles de Italo Calvino o de En otros lugares de Henri Michaux, y que viene a representar esa urbe donde el hombre pierde su identidad en mitad de las masas anónimas, los no-lugares, el ruido, la bruma. Es desde ahí desde donde este libro interpela al sujeto contemporáneo, al transeúnte solitario de la ciudad al modo de Baudelaire en su Spleen de París o de Pessoa en su Libro del desasosiego. Una muestra de todo eso son los relatos “El hombre-cometa” o “Simulacro”. En estos cuentos, la propia angustia de los personajes se convierte en el paisaje urbano que los rodea al darse cuenta de que viven en un caos interno de fragmentos y ruinas.

La narración en primera persona, desde un yo que contempla un entorno alucinado, ubica al lector en la misma extrañeza…
Esa ha sido mi intención, sí. Conectar con el lector a través de la primera persona en un intento de que la voz narradora resonara en el interior de cada uno de los lectores casi como propia. También he ubicado a los personajes en espacios íntimos en los que el afuera queda minimizado. Un ejemplo de esto lo vemos los cuentos “Mordedura de pez siniestro” o “En fuga”, en los que aparecen situados frente a un espejo o inmersos en el agua, buscando su propia imagen, su reflejo. Extrañados de sí mismos, se preguntan frente a su doble si son su hueco o su huella, si es el espejo quién los multiplica o es el tiempo, quizá porque nada es tan inexpresable como el tiempo de la subjetividad.

Aves, pájaros, peces, una tigresa, una loba blanca…: ¿irrumpen en las historias como animales de poder?
Los utilizo como metáfora o símbolo. En el caso de los buitres de “Hora inesperada” actúan casi como una premonición. La tigresa de “Sin rugido” refleja un miedo íntimo a la muerte. La loba de “La soledad más plena” sería el ímpetu que acompaña al deseo. Hay algunos más y a todos ellos los reúno en “La elipse ciega”, el penúltimo cuento del libro, donde como en un pequeño sistema planetario, orbitan alrededor de una persona que duerme, y que se convierte así, con la conciencia suspendida en el sueño, ajena al ruido, la confusión y la distorsión del exterior, en el centro constelado de su propio universo.

¿Apuestas por la literatura como introspección?
En la construcción de los cuentos que integran el libro han tenido especial relevancia el elemento onírico y el inconsciente, pero siempre en paralelo a una emoción. Son relatos que hablan de angustia y de vacío, de soledad interior. Y que intentan poner de manifiesto que todos somos seres inacabados e incompletos, a los que se añaden pérdidas, carencias, postergaciones y obstáculos. Para ello, a veces, la voz narradora usa el tono y la penumbra de la confidencia. Considero que la verdad de estos cuentos emerge del lenguaje y de ese intento de comunicación con lo invisible, con lo inasible que habita en nosotros mismos.

La naturaleza, su fuerza y desproporción, la idea de intemperie para aludir al entorno carente de techo, de seguridad; la muerte, sobre todo…
Casi todos los personajes tienen la sensación de estar desprotegidos, a merced de la intemperie. Ese sentimiento llega a ser tan intenso que el paisaje que se dibuja en su interior se desborda hasta el punto de exteriorizarse, pasando a un primer plano. Así encontramos que la angustia se convierte en una niebla densa que obliga a un hombre a salir de su casa en “La inconsistencia de las cosas”, la indecisión en una catarata que brota arrastrando troncos abatidos contra el protagonista de “Águila bicéfala”, o como sucede en el cuento “Mordaza-aleteo”, en el que una mujer, intentado aislarse del mundo exterior, sueña de continuo que duerme desnuda al raso. En ese entorno, desprotegidos, desnudos, la sensación de vacío se ensancha y muchos de los personajes se sienten traspasados por un profundo sentimiento de orfandad. Pero a pesar de esto, en medio de toda esa indefensión e incertidumbre, hay en ellos esperanza de cambio y, sobre todo, deseo de transformación, de la que casi siempre es portadora la noche y, con ella, el sueño con su parte de revelación.



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  1. Javier Sáez de Ibarra

    Excelente libro que he tenido el honor y la fortuna de presentar. Maestría en el uso del lenguaje y en el empleo de símbolos que nos interpela y conmueven. Una joya.

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