La organización Proyecto Gran Simio acaba de conceder, a título póstumo y en el aniversario de su muerte, el diploma “Defensor de la Igualdad”, al primatólogo y etólogo Jordi Sabater Pi, por su gran trayectoria en la defensa de los primates y, en especial, de los grandes simios. Fue hasta su muerte, ocurrida el 5 de agosto de 2009, Presidente de Honor de la citada organización.

Jordi Sabater Pi en las cascadas del río Mbia (Guinea Ecuatorial)© UB – COL·LECCIÓ SABATER I PI.

La gran trayectoria de Jordi Sabater Pi adquirió popularidad con Copito de Nieve, gorila albino que Sabater Pi rescató cuando se encontraba en Guinea Ecuatorial. Entre 1940 y 1969, Jordi Sabater Pi estudió las culturas autóctonas y las especies locales de Guinea Ecuatorial. Becado por National Geographic, colaboró con la zoóloga Dian Fossey en el estudio de los gorilas de montaña. En 1976, fue profesor de Etología, introduciendo esta asignatura por primera vez en la Universidad de Barcelona. También fue el primero en observar que los chimpancés fabricaban palos para coger termitas e ingerir cierto tipo de arena de cualidades medicinales —hecho que aún no ha sido reconocido, de una manera general, ni a nivel nacional ni internacional—. Asimismo, realizó minuciosos estudios de los nidos fabricados por gorilas y chimpancés. Fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Madrid, en 1993.

Proyecto Gran Simio cree que Jordi Sabater Pi no ha sido lo suficientemente valorado en España, a pesar de su gran aporte a la ciencia y a la primatología, y opinan que debieron concederle el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica.

Por esta razón, le han otorgado el primer Premio Diploma “Defensor de la Igualdad”; premio que irán concediendo a todas aquellas personas que luchen por los derechos de los grandes simios y de los animales en general.

En uno de sus libros El chimpancé y los orígenes de la cultura, Jordi Sabater Pi afirmaba: «Ahora sabemos que su esquema psicológico (el de los grandes simios) se asienta sobre unas capacidades que, hasta hace muy poco, las considerábamos exclusivas del hombre. Todo esto merece una profunda reflexión, una reconsideración objetiva de unos valores que siempre se habían considerado inamovibles y, cómo no, debemos aceptarlo como una lección de humildad. Como colofón me atrevería a decir al lector que todos los animales, pero muy especialmente los grandes simios, merecen un serio y consciente respeto. No deberían tolerarse las exhibiciones grotescas de estos animales  disfrazados de humanos, ni su explotación comercial sea la que fuere, ni su uso para el trasplante de vísceras o empleo en laboratorios de experimentación clínica, y hasta sería necesario reconsiderar la conveniencia de exhibirlos en los zoos. No dudo que dentro de algunos años seremos juzgados muy severamente por esta conducta que es posible se pretenda parangonar, en cierta manera, con la dispensada  hace menos de 200 años, por los blancos a sus hermanos negros que, como esclavos, vendían, como si de animales se tratara a los plantadores americanos».