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¡Zas! Madrid | April 20, 2024

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Alberto García-Teresa

La poesía de combate en ‘A pesar del muro, la hiedra’, de Alberto García-Teresa
Emilia Lanzas

Referente de la Poesía de la conciencia crítica, Alberto García-Teresa acaba de publicar A pesar del muro, la hiedra

Alberto García-Teresa nació en Madrid, en 1980. Es poeta, crítico literario y ha sido el editor de varias antologías poéticas: Disidentes: Antología de poetas críticos españoles 1900-2014 y Novo mondo en kiaj koroj, recopilación en esperanto de poesía crítica actual española. También ha escrito el libro de microrrelatos Esa dulce sonrisa que te dejan los gusanos. Licenciado en Filología Hispánica, se doctoró con la tesis Poesía de la conciencia crítica (1987-2011). Pertenece a la asamblea editora de Caja de resistencia. Revista de poesía crítica.

Como poeta, es autor de Hay que comerse el mundo a dentelladas, Oxígeno en lata, Peripecias de la Brigada Poética en el reino de los autómatas, Abrazando vértebras y La casa sin ventanas. Su último libro de poesía es A pesar del muro, la hiedra, publicado en Huerga y Fierro Editores.

Alberto García-Teresa, autor de A pesar del muro, la hiedra. Fotografía de Javier Jimeno.

Alberto García-Teresa, autor de A pesar del muro, la hiedra. Fotografía de Javier Jimeno.

Alberto García-Teresa en A pesar del muro, la hiedra evoca un verso desde el nosotros para un receptor de categoría colectiva; una poesía no completamente suya que entronca con el «estamos obligados a los otros» de Celaya. Una poesía de clase oprimida que demanda un lector activo, al que se le implícita para que intervenga, no solo en el hecho creativo sino también en acciones sobre su realidad; acciones que le despojen de su posición de víctima. Los poemas de A pesar del muro, la hiedra suelen partir de versos narrados que plantean una situación de opresión o de injusticia, un presente desposeído, para desembocar en versos épicos, redentores, que auguran un futuro iluminador. La poesía como aliento, la poesía de lucha.

LLEVAMOS SIGLOS RASTREANDO la utopía,
ensayando su fulgor, planificando sus verbos.
Frotando esperanza y resistencia
para que brotase la posibilidad,
hemos acumulado vidas sorteando desilusiones,
encajando golpes, braceando para respirar
derrota tras derrota.

Pero de tanto levantar la vista hacia el horizonte,
no nos hemos dado cuenta de las grietas
de primavera que han abierto nuestros pies.

Pequeñas, trémulas, ingenuas,
pero heridas
de un mundo nuevo,
necesitamos respirar desde ellas,
celebrar su llama, fortalecer su coraje
para evidenciar que hemos
ido habitando lo imposible;
que nuestras manos
y las venas que nos acompañan
pueden deshacer la impermeabilidad
de estos engranajes de muerte
que nos coronan.

Mirémoslas.
Todavía ya es ahora.

Tal y como concibe la Poesía de la conciencia crítica, Alberto García Teresa en A pesar del muro, la hiedra pone de relieve una línea de trabajo antagonista en el ámbito social, político y cultural que «busca desenmascarar las falacias que logran el sometimiento en nuestra sociedad, remarcar las contradicciones del capitalismo y revelar las consecuencias últimas de su ideología y de su desarrollo material», una literatura combativa que continúa la tradición de la disidencia poética, desde un nuevo ámbito de referentes.

A pesar del muro, la hiedra está divido en tres partes: la primera, compuesta por cuarenta y nueve poemas, de diferente extensión. La segunda, formada por un solo poema, breve y nostálgico, cargado de subjetividad; una elegía que el autor dedica a Kriser, el perro con el que ha convivido durante más de diecisiete años. El libro se cierra con un extenso poema escrito en versículos largos, Sobre lo visible, lo invisible y las propiedades de los traslúcido, unos versos estremecedores, con una fuerte pulsión de vida, que se podría interpretar como una poética de García-Teresa o como una larguísima enumeración de lo que somos y de la realidad que nos circunda.

Una poesía, la de Alberto García-Teresa, con la posibilidad de estimular el cambio interior, imprescindible, inevitable primer paso, «para generar una revolución social efectiva». O como indicó Louis Janover: «No hay comunicación ni receptividad poéticas, no hay un arte revolucionario, no hay —menos aún— superación del arte, en ausencia del clima social necesario para nuevas formas de intercambio humano».

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