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La crisis norteamericana y "Los Vagabundos de la cosecha", de Steinbeck - ¡Zas! Madrid

Revisión de la América profunda, 75 años después
John Steinbeck pensaba, sin duda, en los numerosos granjeros desahuciados que conoció durante los tiempos de la Gran Depresión, y en Tom Collins, el hombre que levantó el primer campamento de acogida para aquellas familias que llegaban cargados de cacerolas, niños, colchones y maletas de cartón, rumbo a California en busca de un jornal en las grandes explotaciones del Sur, cuando en 1962, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, escribió:
“El escritor está obligado a celebrar la probada capacidad del ser humano para la grandeza de espíritu y la grandeza del corazón, para la dignidad en la derrota, para el coraje, para la compasión y para el amor”.
El panorama literario norteamericano del primer tercio del siglo XX, el auge espectacular que alcanza y las influencias posteriores a lo largo del resto de las décadas siguientes puede concretarse en tres corrientes que sentaron las bases de la ficción, la escena y la música: la primera, la novela de denuncia social y el teatro de agitación y propaganda; la segunda, el nacimiento y madurez de la denominada “novela negra”, y la tercera, la comedia musical de evasión. La primera representada por escritores como John Dos Passos y su famosa, Manhattan Transfer (1925) o Upton Sinclair, y su ¡Petróleo! (1927), o el teatro de Maxwell Anderson, ¿A qué precio la gloria? (1924). Dashiell Hammett publicaba Cosecha roja y La maldición de los Dain (1929), mientras George Gershwin ponía en escena algunas de sus más logradas comedias musicales entre 1930 y 1935, como Girl Craz, cuando ya había estrenado, Un americano en París.
John Steinbeck y su literatura formarían parte de la primera de las corrientes, junto a Dos Passos y Farrell porque ninguno de ellos miraría hacia otro lado cuando la desgracia humana se convierte en actualidad, al tiempo que reflexionan sobre esos males que aquejan a la sociedad norteamericana de su época, no se asustan, escriben con coraje, denuncian los hechos y demuestran tener una actitud honrada y valerosa. La temática que Steinbeck esgrimiría en su producción literaria a lo largo de buen aparte del siglo XX quedaría resumida en torno a dos polos de atracción fundamentales, presentes en casi toda su obra: su preocupación moral o ética, en defensa de los más desprotegidos, y su denuncia social que, sin embargo, irá perdiendo fuerza y valor a medida que los años transcurren, y sobre todo la relación que establece entre sus criaturas, los hombres y la tierra que en una novela significativa como Las uvas de la ira cobra especial importancia. Ese sentimiento del hombre enraizado con la tierra y el estrecho contacto con ella, al margen de los problemas circunstanciales que puedan derivarse, implican también en el escritor una preocupación sociológica que se extenderá a todas sus novelas y en ese perfil psicológico sus personajes adquieren valor como luchadores o derrotados, que buscan mejores condiciones de vida, o soluciones para sus problemas y que denuncian los abusos de poder, la crueldad del dinero o el desamparo de los débiles.
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