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¡Zas! Madrid | April 25, 2024

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Cuaderno de Nueva York de José Hierro

Homenaje a un gran poeta: reedición de ‘Cuaderno de Nueva York’, de José Hierro
Emilia Lanzas

Cuaderno de Nueva York: el último libro de José Hierro, y el primer poemario «éxito de ventas»

Para conmemorar el veinte aniversario de la publicación de Cuaderno de Nueva York, Nórdica ha reeditado la obra, ilustrada por Adolfo Serra.

Desde 1947, año en el que publicó su primer libro Tierra sin nosotros y ganó el Premio Adonáis con Alegría (en 1947), hasta el Premio Nacional de las Letras (en 1990), y Cuaderno de Nueva York (en 1998), José Hierro llenó más de medio siglo de excelente poesía con su verso pleno de ritmo y profundidad conceptual, de dolor y canto a la vida; de expresión poética sencilla de imágenes, caracterizada por la dolorosa conciencia de la transitoriedad. Cuaderno de Nueva York —algo insólito en poesía— vendió más de 35.000 ejemplares.

Tuve la suerte de conocerle. Para él la poesía era «lo que puede ser». Una gran aglutinadora que toma de la música el ritmo, la musicalidad de las palabras; el color de la pintura (no olvidemos al Hierro pintor); de la arquitectura, la estructura; de la escultura, el volumen. José Hierro dijo que escribía para ser axiomático, porque la poesía permite decir lo que no se podría comunicar de otra manera. «La poesía comunica aquello que no se puede decir de forma lógica; por eso llega directamente. Ahí está la razón de su existencia».

Así es cómo pensaba José Hierro y desde dónde escribe su poesía; también este libro. Un poeta obsesionado por el sonido y el ritmo del verso, y por lo que supone de testimonio, poesía «entre el reportaje y la alucinación»; pues la poesía, como indica Vicente Luis Mora en el posfacio —retomando el pensamiento de Hierro, que complementa el de Mallarmé— «no solo se hace con palabras, sino también con ideas».

Versos del poema Rapsodia en blue

La ciudad borbotea: las burbujas
revientan en la superficie…
esa vieja de piel de cuero requemado
que increpa a las estrellas…
el músico harapiento que arranca con dos palos
sonidos de marimba o de vibráfono
a una olla de cobre… el que golpea
con las palmas de las manos,
a la puerta del supermarket,
embalajes vacíos en los que dormitaban
ritmos feroces de la jungla…

Adolfo Serra, ilustrador
Las ilustraciones de Adolfo Serra refuerzan ese carácter de espejismo. El artista declara que ha leído la obra del poeta, que ha visto sus cuadros y dibujos, que ha escuchado su voz y sus palabras: «Todo eso ha pasado por mí y de alguna forma lo he reinterpretado. Tal y como yo veo o siento sus poemas».
Las excelentes ilustraciones de Serra están creadas, por tanto, desde el conocimiento profundo del sentimiento creativo: «Tras leer y observar la obra de Hierro (tanto escrita como pictórica) sentía que las ilustraciones debían de ser muy matéricas, manchas, trazos, emoción. Colores primarios que se mezclan en la hoja de papel y ante la mirada del lector». La poesía, tan difícil de representar, está ilustrada por Adolfo Sierra en Cuaderno de Nueva York entendiendo los huecos o pausas entre líneas, entre lo que se sugiere y lo que se cuenta «y después emplear el dibujo para contar, para transmitir, para emocionar a aquellos que también leen las imágenes».

Después de todo, todo ha sido nada
En los treinta y dos poemas de Cuaderno de Nueva York está el trabajo de siete años. Para Hierro, la ciudad es un escenario en donde reflexionar y meditar sobre sus propias pesadumbres; y lo hace a través de personalidades como Beethoven, Schubert, Bach, Gershwin, Alma Mahler, Ezra Pound, Lope de Vega, Manrique, Machado, Lorca… El yo lírico, por tanto, se manifiesta mediante una mirada desdoblada; desde diferentes formas métricas, que incluyen el soneto, aunque abundan los largos poemas escritos en verso libre.
Los temas se repiten, en Hierro y en todos los poetas, como los grandes referentes: la existencia, el amor, el tiempo, la muerte, el arte (la música, la poesía, el poder transgresor de la palabra), las ausencias, lo perdido.
Vicente Luis Mora destaca el último poema del libro, «Vida», en donde el diálogo entre las palabras nada y todo: «como una especie de mantra, queda latiendo en el lector la imagen de la nada, y del todo para nada con la cual se cierran, finalmente, poema y libro».

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