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¡Zas! Madrid | March 29, 2024

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'Ética del desorden', de Ignacio Castro Rey, en torno a cuanto late para que una vida siga - ¡Zas! Madrid

‘Ética del desorden’, de Ignacio Castro Rey, en torno a cuanto late para que una vida siga
Emilia Lanzas

Ética del desorden. Pánico y sentido en el curso del siglo, un ensayo filosófico de Ignacio Castro Rey

«Lo que sería el mundo, si mirásemos»

Lo primero que sorprende de Ética del desorden —en principio, un libro de filosofía — es que se lea como si de versos se tratara, como una disposición que va surgiendo en la lectura misma, y no solo porque Ignacio Castro Rey ofrezca su pensamiento, su emoción de la realidad, sino, y sobre todo, porque su prosa se oye desde dentro, desde ese punto interior en el que la verdad transciende. Porque para el autor, la filosofía es su forma de hacer literatura. Particularidad que el propio Ignacio Castro Rey alaba, en referencia a otros autores: «Todo trabajo intelectual que intente aproximarse a la verdad, sea en Schmitt, en Lacan o en Debray, tiene en el estilo, en la belleza de su escritura, un signo clave de su veracidad».

Lo segundo que llama la atención —en un libro, repito, de filosofía — es que la gran mayoría de las citas provienen de escritores y poetas (Rilke, Pessoa, Joyce, Lispector, Pound, Vallejo, Walser…), frente a las escasas referencias a filósofos (dentro de los cuales, el centro no está entre los clásicos venerados, sino en Deleuze y Nietzsche), prevaleciendo la poesía como modelo de conocimiento superior a cualquier ciencia y con la rotundidez que el propio autor testifica al declarar que la unión entre literatura y filosofía siempre ha existido y que es la más sólida del mundo; también al afirmar que la mayoría del pensamiento proviene de personas ajenas a la filosofía, incluyendo cada uno de nosotros. Ya el libro se inicia con una cita de Whitman, con una clara intención de unirse al poeta y a su impulso fundamental de toda vida.

Porque para Ignacio Castro Rey, tal y como expone en Ética del desorden: «es imposible en el fondo separar lo sensible de lo intelectual, la materia de lo espiritual, el acto de la potencia… Lo cual explica que la sabiduría popular, los escritores y poetas, suelan llegar a la verdad —a la verdad que primero se siente— antes que la ciencia o la filosofía…».

Ética del desorden sí nos habla, finalmente, de filosofía: una filosofía que conecta directamente con nuestra vida, la de este momento, con la sensibilidad de cada uno más que con el pensamiento; un saber que nos pertenece y que nos circunda, debido a que todo acaece en una mente cualquiera; pero que no por el hecho de «sernos», nos es fácilmente comprensible. Porque aunque la filosofía se ocupe de la de la potencia que existe en cualquier acto, «no existe nada por encima de la vida ordinaria, ninguna abstracción intelectual que la supere».

En este devenir, la percepción tiene un desarrollo importante en cada uno de los capítulos. Lo inmediato se ha vuelto intrincado, hemos perdido la capacidad de percepción, distorsionados, como estamos, en un entorno mediatizado, en plena crisis perceptiva, «bajo un imperialismo informativo que busca formar masivamente la percepción» o esa barrera «que representan los códigos sobreentendidos». De ahí la obligación de pararse y escuchar, de dar forma conceptual a lo sentido y a lo vivido, de liberar las cosas para descubrirlas, desprendiéndolas del acoso informativo y del capitalismo homogeneizador que buscan encauzar nuestra percepción: «Es posible que el imperativo de inmediatez que hoy se ha vuelto inevitable en los medios amenace mucho antes a la sensibilidad, a la facultad de ver y oír, que al pensamiento. Y sin la herida de la percepción, ¿qué pensamiento va a existir que no sea una repetición de lo mismo?».

El filósofo Ignacio Castro Rey, autor de 'Ética del desorden'. (© Ignacio Castro Rey).

El filósofo Ignacio Castro Rey, autor de ‘Ética del desorden’. (© Ignacio Castro Rey).

Analizar nuestro pánico y nuestro desorden porque «cualquier presente lo encierra todo», porque solo hay concepto en nuestra particular percepción, en lo que «ésta tiene de escandalosa individualidad», de «ambigüedad inabarcable», en esa búsqueda de significación a todo lo que somos, a todo lo elegido y, sobre todo, a todo cuanto no hemos elegido.

Lo expuesto en esta reseña no deja de ser más que un simple esbozo de lo inmenso que supone Ética del desorden, y de esos siete años de trabajo de Ignacio Castro Rey, en torno a nuestra vida hoy, y a la firme indicación de que cada uno de nosotros «asuma su signo indescifrable y le dé su lenguaje»; para que cada uno de nosotros tome las riendas «para consumar la épica de su anónima trascendencia», «para que una vida siga»; por encima de todo, mucho más allá de la filosofía.

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