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¡Zas! Madrid | April 20, 2024

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¿qué es ser un buen lector?

En España hay unos diez mil buenos lectores, pero ¿qué es ser un buen lector?
Julio Jurado

La literatura, si nos ponemos de costado, quiero decir que, si realmente sirviera para algo, no necesitaría de más lectores de los que ya hay censados por mentes doctas y convenientemente instruidas

El resto, y por ahí debo andar yo mi extraño camino, no contamos porque no cumplimos esas cualidades innatas que acapara el buen lector; individuo este —ahora divago un poco— bien formado y burgués concienzudo, cosa comprensible porque ha podido elegir en todo momento aquello que ha querido, sin callos en las manos que erosionen el gramaje del papel prensado, y dispuesto en tiempo y en todo momento —gracias a su inteligencia viva (y a la de sus amigos de confianza ciega)—, a prevenirse de la publicidad y de la reputación del engañoso autor que aparece por los escaparates. Y no digamos ya hacer caso de la crítica y sus caudillos; eso si aparece en los escaparates, insisto, un buen método para no elegir aquello que ni siquiera aparece, o desaparece a la velocidad del rayo, y por lo tanto, impedido de un criterio docto para ser consumido.

Hasta aquí es comprensible el razonamiento, el del buen lector, claro, pues debe de ser una opinión bastante extendida por quienes se sienten dentro de la lista, y poco o nada objetada (mi mala formación me impide contrastar mis últimas palabras), no sea que se les considere fuera de esa terna recompensada.

Y murmuramos sobre una lista en la que muchos quisieran estar pero pocos pueden colarse. La cifra no es para tirar cohetes, aunque cualquier editor, o escritor incluso, aceptaría como venta de ejemplares de su estimada obra.

Hace tiempo me llegó la noticia por un diario y su maná cultural: «En España hay unos diez mil buenos lectores»; y para de contar. En otra crónica, esta mucho más reciente, la cifra, se cree, rondaría los cinco mil, quizá diez mil siendo optimistas, si consideramos ebrio, quiero decir delirante, a quien firmaba la primera noticia. ¿Se reconocerán los dos en esa lista cortesana de buenos lectores?

Esto viene de lejos, no se sorprendan. Según Nabokov —y hay que hacerle siempre caso—, hay cuatro características que no pueden faltarles al buen lector: «Tener imaginación, memoria, un buen diccionario y cierto sentido artístico». Lo de la memoria lo entiendo, y me hace comprender que yo no soy un buen lector porque de retentiva ando escaso. De lo demás, ya ni lo menciono, porque como he sido excluido, no necesito trabar nada sobre ello.

Pero ahora le pregunto a quien está sufriendo esta perorata: si quitamos a esos cinco mil —diez mil, seamos generosos—, ¿qué hacemos el resto, los malos lectores, incapaces de inseminar sabiamente nuestro cuero cabelludo con esa caspa esencial, tan necesaria para la supervivencia de nuestros egos descuidados?

Nada. No podemos hacer nada. Confiar en ellos, eso hay que hacer; descansar nuestra insolvencia personal en los buenos lectores, en ese puñado de peritos literarios que sólo pretenden proteger la cultura de los desmanes del mundo civilizado.

Conformémonos entonces con leer lo que nos apetezca en plena discordia funcional. Elegir bien o mal; no se nos prohíbe nada. Disfrutemos con la insensatez de nuestras decisiones. Aprovechémonos de esa ruina de criterio que nos habita. Siéntase, prescindible lector, liberado, libre, libertario. Dejemos a los buenos lectores que hagan su feo trabajo.

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