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¡Zas! Madrid | March 29, 2024

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Primer número de «EL OJO TÓPICO, Pecios de una Atlántida cotidiana», en Enclave de Libros - ¡Zas! Madrid

Primer número de «EL OJO TÓPICO, Pecios de una Atlántida cotidiana», en Enclave de Libros
Emilia Lanzas

Ha salido el primer número de una nueva publicación monográfica y aperiódica: EL OJO TÓPICO, Pecios de una Atlántida cotidiana.

EL OJO TÓPICO está editada por Marcos Isabel, Eloy Santos y Eugenio Castro, y los colaboradores de este primer número -dedicado a las estatuas de piedra-, son: Aurora Feijoo, Beatriz Regaliz, Agustín Calero, Andrés Devesa, Maribel Pradillo y Bruno Jacobs.

 

 

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Mal de mirada. No es más que otro de los males que aqueja al ser humano en la era del paroxismo hipervisual.

A sabiendas de que este mal de mirada no solo es sociológico (colectivo), sino también individual (subjetivo), al ser humano le cabe el orgullo de negarse a aceptar sus prerrogativas y rechazar toda la resignación que vehicula, actuando contra la pasividad que promete -siguiendo su lógica invasiva- el capital hipervisual.

Así que, frente a ello, algunos nos reclamamos de una ecología del mirar -una economía de la mirada-, para lo que consideramos prioritario que el ojo recupere su actividad tópica.

Si en medicina se aplica tópicamente un remedio para curar un mal determinado, en nuestro caso no se trataría tanto de aplicar al ojo ningún remedio medicinal, sino hacer del ojo el curandero en sí mismo, aplicándose él en el lugar de su contemplación, de su interrogación.

Dedicamos nuestro primer número a las estatuas de piedra, criaturas que pertenecen indefinidamente tanto a lo humano como a lo inhumano, a lo vivo como a lo no vivo. Continentes de un sueño apresado en la piedra o bien de un hechizo que espera ser conjurado, las estatuas nos interrogan siempre desde su pedestal, acaso a la espera de una respuesta que les libere de tal condena, deseosas de bajar a tierra y contagiarse con las vicisitudes humanas, o, desdeñosas de nuestra arrogancia, para afirmarse en su condición. En último término, su condición suspensiva y su capacidad de alusión permanente a nuestra disposición imaginativa las convierte en huéspedes, o anfitrionas, ideales de nuestra andadura.

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