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¡Zas! Madrid | April 20, 2024

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'1917' textos de Francisco Fernández Buey sobre la Revolución de Octubre, su historia y sus consecuencias

‘1917’ textos de Francisco Fernández Buey cuando se cumplen cien años de la Revolución Rusa
Emilia Lanzas

1917. Variaciones sobre la Revolución de Octubre, su historia y sus consecuencias recoge una amplia selección de artículos, reseñas y notas escritos, desde 1943 hasta 2012, por el filósofo Francisco Fernández Buey


Francisco Fernández  Buey se formó con Manuel Sacristán. Ejerció la docencia en las Universidades de Valladolid y Barcelona (UB y Pompeu Fabra), enseñando Historia de las Ideas y Filosofía Política. En la UPF dirigió la Cátedra UNESCO de Estudios Interculturales y el Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales. Miembro de la International Gramsci Society desde su fundación y cofundador de las revistas Materiales y Mientras tanto. Entre sus numerosos ensayos pueden citarse La Gran Perturbación. Discurso del indio metropolitano, La Barbarie. De ellos y de los nuestros, Marx (sin ismos), Leyendo a Gramsci o Utopías e ilusiones naturales. «Comunista democrático, lector de Platónov, que pensó siempre con su propia cabeza», como lo definen en la presentación del libro, los editores Salvador López Arnal y Jordi Mir García, Fernández Buey realiza una profunda reflexión sobre lo que supuso aquella Revolución de Octubre de 1917 y el posterior desarrollo del Estado soviético.

Fernández Buey, tomando las palabras del teórico de la democracia moderna, Alexis de Tocqueville, defiende que para ver las luces de esta revolución hay que saber qué había antes de que la revolución llegara: miles de campesinos hambrientos, el brutal absolutismo zarista de Nicolás II, las durísimas condiciones de trabajo del proletariado industrial y las consecuencias de la Primera Guerra Mundial.

Francisco Fernández Buey (Palencia, 1943- Barcelona, 2012), filósofo, profesor, y ensayista.

Francisco Fernández Buey (Palencia, 1943- Barcelona, 2012), filósofo, profesor, y ensayista.


La enorme complejidad de la Revolución de Octubre, sus ideólogos, fases y protagonistas es revisada por Fernández Buey desde sus inicios hasta la perestroika. La toma del poder; su contradicción básica: una revolución proletaria en un país de campesinos; Lenin, los soviets y el autogobierno de los trabajadores y la posterior supremacía del partido… Recorrer una etapa primordial en la historia de la que ahora —con malévola intención excluyente— solo se destacan fracasos y malentendidos. Una revolución «Más allá de Marx porque este nada pudo decir acerca de las tareas concretas de la construcción del socialismo en un país pobre, atrasado económicamente y culturalmente, como era la Rusia de entonces. Y más acá de Marx porque precisamente debido a esos condicionamientos de partida, ni siquiera puede llegarse a la altura de los principios generales, de las máximas jurídicas mediante las cuales aquel caracterizaba la fase de transición desde el capitalismo al comunismo. Y en este sentido podría decirse también que más acá del propio Lenin teórico de la revolución y del estado en septiembre de 1917. Esa sería a partir de entonces la contradicción central de la construcción del socialismo en Rusia y, por paradójica extensión -consecuencia ella también del desenlace de la guerra mundial-, la contradicción central igualmente de la lucha revolucionaria en el occidente europeo. Lucha, esta última, encerrada desde entonces entre los dos fuegos simbolizados por el más acá de Marx que eran las realidades rusas y el más allá de Marx como esperanza derrotada». En ese «más allá de Marx» está también el hecho fundamental —que también hoy, algunos teóricos deliberadamente ignoran— que la Revolución de Octubre triunfó —como ya se indicó en el informe al VII Congreso de PC— porque la clase obrera rusa creó los soviets, una forma de organización y combate surgida del propio genio creador del pueblo. Y fue bajo esa divisa de “todo el poder a los soviets” como el proletariado ruso abatió el régimen capitalista en 1917.

Fernández Buey no escatima en críticas al régimen soviético y en subrayar sus contradicciones. Desde los veinte millones de personas víctimas del estalinismo —muchos de ellos críticos, disidentes y heterodoxos comunistas— hasta el anquilosamiento burocrático y elitista del Politburó; toda una maquinaría de poder denominado eufemísticamente por los dirigentes soviéticos como «socialismo real». El atraso económico y el cerco a la URSS pasó a ser bajo el estalinismo el Deus ex machina justificativo de todo tipo de barbaries. Para el autor, como para la mayoría de las corrientes comunistas críticas, la sociedad rusa existente no era comunista en la acepción que daban a esta palabra los teóricos marxistas. «Pues la sociedad comunista, según este ideario, es una sociedad en la que la distribución de los bienes está regulada de acuerdo con las necesidades de todos; en la que no hay clases sociales; en la que se ha acabado la especulación y el parasitismo; en la que se ha disuelto el ejército permanente, se ha simplificado el aparato administrativo y judicial y no existe Estado; en la que no hay trabajo asalariado ni división social clasista del trabajo gracias a la educación omnilateral y a la formación politécnica de los ciudadanos… ». Toda vez que ni tan siquiera los propios dirigentes de la URSS calificaron aquel gobierno de comunista,  y que fueron los comunistas críticos y los marxistas revolucionarios como Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci o Leon Trotski, los primeros en denunciar la desvirtuación de ese sistema.

Pero no por esto da Fernández Buey por terminada la historia del comunismo marxista. Ahora, más que nunca, convoca su posibilidad en: «…Un mundo cada vez más americanizado, más atraído por los modos y costumbres del centro del Imperio, o impulsado, por reacción, hacia el integrismo o hacia los fundamentalismos religiosos, implica dedicar más atención a los ámbitos prepolíticos, poner en el centro del discurso temas y problemas previos a la actuación política propiamente dicha, la práctica política colectivamente organizada, Por tanto, reconstruir los conceptos de la tradición socialista es previo al programa, a la formulación de alternativas. Por eso, porque empiezan a ser muchas las personas que se dan cuenta de eso, ha adquirido tanta importancia y tanta vigencia la reivindicación de la utopía».

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